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Tratamiento de la artritis idiopática juvenil - Una perspectiva naturopática

Español

Una perspectiva naturopática

Por la Dra. Laura Pipher, ND

http://laurapipher.com





Treating Juvenile Idiopathic Arthritis - A Naturopathic Perspective








¿Qué es?

La artritis idiopática juvenil (AIJ) puede ser una afección dolorosa para los niños y sus padres por igual, ya que estos tienen que hacer malabares con las dificultades del día a día mientras esperan respuestas de la comunidad médica. La AIJ es la enfermedad reumática infantil más común, y se define como un grupo de enfermedades artríticas crónicas que normalmente ocurren en niños menores de 16 años.[1] La AIJ se puede presentar con rigidez matutina, hinchazón y sensibilidad en las articulaciones que obligan a muchos niños a optar por no participar en actividades extracurriculares y pueden dejarlos incapacitados para soportar peso durante varias horas todas las mañanas, disminuyendo considerablemente su calidad de vida.[1] La AIJ tiene tres tipos de aparición: oligoarticular, poliarticular y sistémica, siendo esta última la forma más agresiva y grave. La AIJ oligoarticular es la forma más común, presente en el 45% de los pacientes, y se localiza con mayor frecuencia en las rodillas o los tobillos, con afectación asimétrica de las articulaciones y un total de cuatro o menos articulaciones afectadas.[1][2] La AIJ poliarticular se presenta en aproximadamente el 25-35% de los casos y a menudo tiene un inicio abrupto, afectando a cinco o más articulaciones tanto grandes como pequeñas.[1] La AIJ sistémica se presenta en alrededor del 20-30% de los pacientes, afectando tanto a las articulaciones grandes como a las pequeñas con inicio brusco, fiebre alta y salpullido de color salmón.[1] El paciente puede tener debilidad muscular generalizada, dolor y sensibilidad, y se verá sistémicamente enfermo, a menudo con un hígado y bazo agrandados.[2]

Diagnóstico Treating Juvenile Idiopathic Arthritis - A Naturopathic Perspective

Si se sospecha la presencia de la AIJ, los pacientes deben ser remitidos inmediatamente a un reumatólogo pediátrico y un oftalmólogo para ayudar a controlar el tratamiento y evitar resultados perjudiciales, ya que la afectación ocular puede provocar la pérdida permanente de la visión y la ceguera.[1] El diagnóstico se basa en una historia completa y los hallazgos clínicos. El criterio del Colegio Americano de Reumatología incluye la presencia de síntomas objetivos de artritis durante al menos seis semanas en al menos una articulación en un paciente menor de 16 años, en ausencia de otras fuentes de artritis juvenil.[1] La evaluación clínica debe determinar que las articulaciones sean artríticas, lo que requiere evidencia de hinchazón, derrame o dos de los siguientes: calor, sensibilidad, dolor en el rango de movimiento pasivo o un rango de movimiento limitado.[1] No hay pruebas de laboratorio específicas para confirmar un diagnóstico de AIJ; sin embargo, hay algunas pruebas que se pueden realizar para ayudar a monitorear el pronóstico e incluyen un conteo sanguíneo completo, marcadores inflamatorios (CRP, ESR), pruebas de función hepática, evaluación de la función renal, ultrasonido, tomografía computarizada (CT) y resonancia magnética (MRI).[1][2]

Pronóstico

Los avances en el tratamiento, así como la introducción de esteroides intraarticulares y otros medicamentos, han mejorado drásticamente el pronóstico de los niños con artritis.[2] Los malos resultados a largo plazo se han asociado con la artritis con Factor Reumatoideo positivo, enfermedad sistémica activa y enfermedad simétrica.[2] Los criterios de remisión completa de acuerdo con el Colegio Americano de Reumatología incluyen la falta de dolor articular inflamatorio, rigidez matutina, fatiga, sinovitis, progresión del daño o elevaciones en la VSG y la PCR.[2] La mayoría de los niños afectados por enfermedad oligoarticular eventualmente tienen una remisión permanente; sin embargo, un pequeño número de niños progresa a la enfermedad poliarticular persistente.[2] La uveítis anterior (inflamación de la capa media del ojo) se observa hasta en un 20% de los niños con AIJ, y como esto es típicamente asintomático en el inicio, es fundamental que un oftalmólogo realice exámenes de detección periódicos.[2] El inicio sistémico de la AIJ puede dar como resultado una afección rara pero potencialmente mortal conocida como síndrome de activación de macrófagos, en la que las tres líneas sanguíneas se reducen, lo que produce una presión arterial extremadamente baja y enfermedad del sistema nervioso central.[2]

Factores de riesgo y vínculos genéticos

Aunque la etiología es ampliamente desconocida, existen algunas vinculaciones genéticas y trastornos asociados que incluyen la espondilitis anquilosante, la artritis psoriásica, la enfermedad inflamatoria del intestino, el síndrome de Sjögren, el Lupus erimatoso sistémico (LES) y la enfermedad mixta del tejido conectivo.[1] Los factores desencadenantes ambientales en un individuo genéticamente susceptible para desarrollar AIJ pueden incluir el estrés psicológico, las anormalidades hormonales, el traumatismo articular y las infecciones bacterianas o virales (influenza, adenovirus, paperas, rubéola, virus de Epstein-Barr e infección por micobacterias).[1]

Tratamiento
Objetivos del tratamiento

Un enfoque de tratamiento basado en el trabajo en equipo puede ser beneficioso para producir los mejores resultados y aumentar la calidad de vida para el paciente, y puede incluir la terapia farmacológica, las intervenciones psicosociales, la terapia nutricional y de suplementos, el asesoramiento académico y la fisioterapia.[2] Los objetivos del tratamiento son aliviar el dolor y la inflamación, preservar la función articular, prevenir una mayor progresión de la enfermedad, mantener un crecimiento y desarrollo normal y preservar un estilo de vida normal.[2]

Tratamiento convencional

La terapia de tratamiento está determinada por la gravedad de la actividad de la enfermedad, y el éxito de la terapia se monitorea con exámenes físicos repetidos y el registro de antecedentes.[2] El tratamiento de primera línea es el metotrexato, con el cual 70-80% de las personas experimentan una mejora del 30% en los síntomas.[1] El metotrexato puede disminuir la progresión del daño; sin embargo, puede causar toxicidad de médula ósea, pulmón, hígado o riñón, junto con náuseas, vómitos, llagas en la boca, pérdida de apetito, pérdida de cabello y fatiga.[1] [3] Los AINE también se utilizan por sus propiedades antiinflamatorias y analgésicas; sin embargo, los efectos secundarios a largo plazo pueden incluir dolor de estómago y acidez estomacal, úlceras estomacales, reacciones alérgicas y una tendencia a sangrar más.[1] La sulfasalazina, la hidroxicloroquina y la leflunomida son medicamentos alternativos que se usan cuando el metotrexato no es efectivo o su uso está limitado por los efectos adversos; sin embargo, se ha informado de daño irreversible de la retina en pacientes tratados con hidroxicloroquina por largos períodos de tiempo.[1] La prednisona se reserva para los pacientes que se ven afectados por una enfermedad sistémica, o como una forma de iniciar a los pacientes con la terapia farmacológica al principio para tratar de controlar la enfermedad.[1] Un pequeño número de pacientes con AIJ severa optan por opciones quirúrgicas, que pueden incluir un reemplazo articular, la sinovectomía y la liberación de tejido blando.[1]

Tratamiento naturopático

La medicina naturopática puede ayudar a llenar las lagunas en el tratamiento y aumentar la comodidad del paciente, mientras disminuye el uso de medicamentos a la dosis efectiva más baja, a través de la reducción del dolor y la inflamación y la reposición de las deficiencias de nutrientes.

Treating Juvenile Idiopathic Arthritis - A Naturopathic Perspective El calcio y la vitamina D

Un ensayo controlado aleatorio (ECA) investigó el papel de apoyo del calcio para los niños con artritis reumatoide juvenil.[4] Se sabe que el uso de esteroides en la AIJ disminuye la densidad mineral ósea, reduce la absorción de calcio y aumenta el riesgo de fracturas; sin embargo, también se informa que los niños con AIJ tienen una baja densidad mineral ósea independiente del uso de esteroides, y aproximadamente el15-26% sufre de fracturas antes de llegar a la edad adulta.[5] Los pacientes en el ECA recibieron 1000 mg de calcio con 400 UI de vitamina D, o un placebo con 400 UI de vitamina D, y los resultados fueron que añadir el calcio tuvo un beneficio significativo en el aumento de la densidad mineral ósea total corporal.[4]

Los ácidos grasos Omega-3

En otro ECA, 2 g/d de ácidos grasos omega-3 administrados a niños con AIJ durante 12 semanas mostraron una mejoría significativa en el número de articulaciones inflamadas, la escala de actividad de la artritis juvenil, el cuestionario de evaluación de la salud infantil y mediadores inflamatorios, y disminuyeron las necesidades diarias de AINE.[6] La disminución de la dosis requerida de AINE también fue efectiva para disminuir los efectos secundarios experimentados por el paciente.[6] También se le puede informar a los pacientes sobre la importancia de consumir más pescado con alto contenido de ácidos grasos omega-3, como salmón, trucha, caballa, sardinas y atún fresco.[7]

Cambios en la dieta

Se debe alentar a los pacientes a consumir dietas ricas en frutas, verduras, nueces, semillas y granos integrales, y bajas en grasas animales y proteínas animales.[1] Evitar los alérgenos comunes e individuales también será beneficioso para reducir la inflamación general.[1] Los padres pueden alentar a sus hijos a evitar los azúcares refinados, los alimentos procesados, los panes blancos, las pastas y los cereales, y consumir fuentes con una mayor cantidad de proteínas con cada comida, incluidos las mantequillas de nueces, el humus y los huevos.[6]

Treating Juvenile Idiopathic Arthritis - A Naturopathic Perspective Fisioterapia

Se debe fomentar la actividad física, junto con la aplicación de compresas frías y calientes para disminuir el dolor y la rigidez en las articulaciones.[1] La aplicación de compresas calientes debe usarse para estimular el flujo sanguíneo, relajar los músculos y disminuir el dolor, seguido de compresas frías que pueden disminuir la hinchazón, la rigidez y el dolor asociado.[5]

La terapia de masaje realizada por los padres del paciente durante 15 minutos al día dio como resultado una reducción inmediata de los niveles de cortisol y la ansiedad, y una mayor participación en actividades físicas.[5]

Reflexiones finales

Se debe aplicar un enfoque integral cuando se evalúan las enfermedades autoinmunes y los trastornos inflamatorios a fin de lograr un impacto positivo a largo plazo en la calidad de vida del paciente.